miércoles, 9 de octubre de 2013

Por los viejos tiempos. Don Otoño.



"Como decíamos ayer..."



Es la única forma valida que se me ha ocurrido para iniciar este post tras mi larga ausencia. Las circunstancias no vienen al caso y siguen vigentes por lo que sigo sin poder continuar con la actividad blogger sin embargo he querido hacer una excepción en recuerdo de esos tiempos felices en que nuestras cabezas bullían sin cesar y nuestros pies correteaban ligeros entre risas, complicidades juegos, bailes con y sin pololos y sobre todo con todos esos sentimientos de amistad y cariño que estas actividades hicieron fluir en todos nosotros. Os tengo presentes en el día a día y siento verdadera añoranza, no me dejo ver sin embargo os voy siguiendo en la manera que puedo y todos y cada uno de vosotros ocupáis un lugar muy especial dentro de mi corazón.

Los últimos años están siendo difíciles y todos nos hemos resentido (de una forma u otra) por ello, también la vida discurre y las circunstancias personales van cambiando modificando nuestras obligaciones pero no vamos a ponernos serios. Hoy mi deseo es compartir con vosotros un momento  agradable de esos que eran habituales antaño.


DON OTOÑO.


Todos recordareis lo mucho que me afanaba cada año en buscar a Don Otoño al que considero mucho más sutil y elegante que al socarrón y estridente Sr Verano. 

Habitualmente fracasaba en mi búsqueda y apenas conseguía vislumbras atisbos otoñales en mis escapadas, por este motivo este año decidí salir a buscarlo fuera de lo que son mis parajes habituales y elegí las tierras del Maestrazgo  con la esperanza de encontrarlo en todo su esplendor, las fechas eran correctas así que salí llena de optimismo.

Nada más llegar me asomé por un pequeño ventanuco que prometía un esplendoroso exterior y esto fue lo que vi:



Estaréis de acuerdo conmigo en que más verde no podía ser el ramaje que, sin vergüenza alguna, penetraba por el ventanuco dándole un aire absolutamente delicioso pero nada otoñal.

¡Mal vamos! pensé.





El cauce del río Guadalope mostraba todo su esplendor ajeno a la entrada de Don Otoño. Sus aguas briosas espejeaban de verde invitándote a seguir su curso.

Tengo que confesar, con cierto rubo,r que ha sido mi primera experiencia en turismo rural y no caí en la cuenta de que debía de haber metido en la maleta un machete que hubiese sido de gran utilidad para poder andar por estas veredas de tan intrincado follaje. Hice lo que pude pero no llegué muy lejos, me tuve que conformar con acceder al rió a través algunos puntos que resultaban más accesibles y era una delicia verlo discurrir escuchando su rumor. La fauna no se quedaba atrás, sería incapaz de describir todos los bichitos que vi, tampoco quise indagar demasiado para evitar que alguno se cabrease y decidiese tomar represalias. Hubiese pasado horas y horas sin hacer otra cosa que sentir todo lo que la Naturaleza me ofrecía.




En pocos minutos asumí que el Sr Verano señoreaba en el Maestrazgo así que resignada decidí disfrutar de sus colores y aromas.

El Hostal llamado de La Trucha se encuentra a pocos Kilómetros de Villarluengo. La zona es conocida por "Las Fábricas" y debe su nombre a que en este lugar se levantó en el siglo XVIII una fábrica de papel aprovechando la fuerza de las aguas del río. Las dependencias se conservaron a través de los siglos posteriores destinándose a distintos usos hasta que allá por los 60 gracias a la iniciativa de dos emprendedores vecinos se convirtió en Hostal y una de las zonas más deprimidas del país se convirtió en uno de los complejos más bonitos de estas tierras nuestras.




Por la noche "todos los gatos son pardos" Así que ¿Por qué no ver a mi esquivo Don Otoño en las callejas de Villarluengo? No me costó el más mínimo esfuerzo.




Por el día era imposible por mucha imaginación que quisiera echarle pero no por ello dejé de maravillarme ante la esplendida e inesperada visión del Órgano de Montoro, murallón de rocas casi inaccesible en el que la lluvia con paciencia de siglos, fue cincelando lentamente las piedras hasta conseguir admirables formas, distinguiéndose los tubos de un gran órgano catedralicio. Los más afortunados consiguen ver la silueta de un organista que interpreta una sinfonía inacabable. Yo, miré miré y remiré pero no conseguí ver al organista.

Al final del día y ya perdida la esperanza de encontrar al verdadero Don Otoño regresábamos al hostal disfrutando del paisaje cuando de pronto Don Otoño se dejó ver en el cielo.






¡GUAUUUUUUUU!


Me faltan palabras para describir la alegría que sentí y por caprichos del destino en ese momento sonaba:


Wish You Were Here de Pink Floid


Lo había conseguido. Don Otoño quiso mostrar sus mejores galas, había que tener alas para llegar hasta él y de eso si que iba abastecida, me ceñí las de quita y pon y volé feliz en su busca.

Quiero reivindicar la posibilidad de gansear sin sentirnos culpables por ello en estos tiempos.


Agradezco a José Antonio Sánchez Cárdenas las fotos que ilustran este post así como su complicidad en esta aventura, tan mía, de buscar a Don Otoño.





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