Alba
marcó el número de Daniel y la respuesta fue inmediata:
-
¡Hola,
Alba! ¿Dónde te habías metido?, te he estado llamando toda la tarde, me hubiese
gustado verte y quizás un cine y unas tapas...
-
- Lo
siento, Dani, acabo de llegar y precisamente vengo del cine, pensaba que tendrías otros planes. ¡Por cierto! Me han regalado una muñeca de trapo.
-
-
¡Una muñeca!- dijo Daniel ¿Acaso has ligado o se trata de un antiguo
pretendiente?
-
- -Ni
lo uno ni lo otro, creo que se ha sido una especie de intercambio.
Daniel
era consciente del encanto de su amiga y recordó otras situaciones peculiares
en las que se había visto envuelta sin pretenderlo como cuando un chico
argentino cogió el mismo autobús que ella para abordarla en la puerta de su
casa, quiso saber donde vivía, aquello fue un autentico flechazo pero Alba no le prestó la menor atención aunque durante unos meses hablaron por teléfono.
-Alba,
llevas aquí dos semanas y apenas nos hemos visto- dijo Daniel, -estás muy esquiva.
Vente a casa mañana y te prepararé una buena ensalada y esos espaguetis que tanto
te gustan, tenemos mucho de qué hablar,
deja que te ayude.
Alba
se quedó pensativa unos instantes, Daniel conocía los motivos por los que había
regresado a su casa pero no los detalles, no quería pensar porque le causaba un profundo dolor, todo era
muy reciente estaba demasiado tierno y hablar de ello era como andar sobre
aguas movedizas, cualquier paso mal dado la llevaría al fondo del pantano, no
conseguía procesar los motivos que habían dado al traste con su matrimonio.
-Está bien, Daniel, acepto tu invitación
pero debes prometer que no me someterás a un tercer grado, dame tiempo, me
apetece estar contigo, me haces sentir bien, siempre hemos sido uña y carne, confío
en ti.
-
-Lo prometo, Alba- dijo Daniel en
tono suave y cariñoso, tienes todo el tiempo del mundo, no me mueve la
curiosidad, bien lo sabes, solo quiero estar seguro de que no me dejas al
margen, lo estás pasando mal y no quiero que te sientas sola, no lo estás ¿ok? –Además-,
añadió, necesito consejo ¿crees que mi
aspecto es propio de un detective?
Alba
se relajó y exclamó en tono más distendido: ¡Daniel! ¿Aún estamos con esas? Lo hemos
hablado muchas veces, no necesitas un uniforme si lo utilizases todo el mundo
te reconocería y dejarías de ser una sombra invisible que es lo que pretendes
¿no es así? Iré a tu casa mañana sobre las dos y media ¿te va bien? y espero
conocer a tu compañero de piso, siento curiosidad por saber con quién te
juntas.
-¡Oh,
sí! Me había olvidado de Oscar, le diré que coma con nosotros, le he hablado
mucho de ti y, también, está deseando conocerte. No hablemos más, mañana tenemos
toda la tarde por delante, hasta mañana, Alba, intenta descasar ¡Bye!
-Hasta
mañana, Dani.
Alba
se quedó quieta y observó a su alrededor, su mirada se detuvo en el espejo que
estaba al fondo del dormitorio, era un espejo antiguo y su luna estaba, prácticamente,
cubierta por fulares y collares, se lo
regaló Pablo su marido un día de Reyes cuando eran novios, era delicado y no
quiso que se estropease con la mudanza así que lo dejó en casa de sus padres, le
gustaba disfrutarlo cuando iba unos días de visitas además quedaba perfecto en
aquella habitación, ahora le dolía su visión por eso lo cubrió utilizándolo a
modo de perchero pero allí estaba y le traía añoranza de otros días más felices,
una añoranza de la que no podía escapar por mucho que lo camuflase.
Se levanto de la cama con energía y se situó frente al espejo, con un rápido movimiento de mano retiró los fulares que cayeron al suelo en un revoltijo de colores, la luna ,desnuda, le devolvió su imagen y se encontró con una desconocida, parecía la misma pero no se reconocía, se había cortado el pelo, era algo que solía hacer cuando las cosas iban mal, su mirada era lánguida, triste, había adelgazado considerablemente, no le encontraba gusto a la comida, agradecía estar en casa de sus padres porque no era capaz de cuidar de si misma, todos esos años que se iban por el desagüe, las ilusiones, los proyectos en común, todo lo que habían compartido. ¿Qué haría ahora? no tenía ni idea, se sentía vacía, insegura.
Le avergonzaba pensar que a sus casi cuarenta años se había dejado hacer sin oponer la mayor resistencia, su hermana fue a buscarla y la trajo de regreso a casa, no se sentía capaz de tomar decisiones, se fijó en la muñeca de trapo que le habían regalado un par de horas antes y que yacía sobre la cama con su pequeño vestido de flores, la cogió y sonrió.